Mis amigos son

lunes, 5 de agosto de 2013

Comida rápida



Cuenta Michael Pollan en su libro Cooked que el tiempo promedio que pasa una familia norteamericana en la cocina se ha reducido a 27 minutos por día (¡Increíble que puedan medir algo así!), colocándoles como líderes en un mundo en donde, en general, el fenómeno se repite en todos los países. La ironía es que este también es el período de la humanidad en que más se habla y se lee de cocina. De hecho, a la par de la disminución del tiempo pasado en los fogones domésticos, las personas cada vez pasan más tiempo viendo programas de cocina en televisión; lo que probablemente es un indicio de que aún no estamos preparados para abandonar “el acto desde donde se inicia la cultura” (Lévy-Strauss), aunque colectivamente sintamos que no tenemos el tiempo, la energía o el conocimiento para estar en la cocina. Querer saber de cocina, siempre siguiendo las ideas de Pollan, es un acto nostálgico que nos aferra a tiempos perdidos y pone a vibrar cuerdas emocionales profundas.



La práctica de comer juntos en un espacio y tiempo acordados, pasa poco a poco a convertirse en el acto de comer comida industrializada en donde sea y como sea. En el fondo volvemos a ser esos salvajes que vagábamos, solos por el forraje, tratando de comer lo que nos topáramos. Perder el espacio de la cocina como fuego domador, llegar a esos 27 minutos, no es poca cosa (así como la comida compartida en familia no es poca cosa). Es el espacio en donde nuestros hijos adquieren los hábitos básicos de la civilización: compartir, oír, esperar, entender las diferencias, argumentar sin ofender.

Un acto cotidiano que hizo que los mortales comunes tuviésemos acceso a grandes logros técnicos, se va alejando. Actos rudimentarios como hacer queso, cerveza o pan, nos parecen formas extremas de cocina. Vamos perdiendo conocimiento, y con esa pérdida se nos va también poder. La cocina, con cada minuto que le restamos hasta llegar a esos 27, se va convirtiendo en una forma abstracta de arte. Parte de un imaginario exótico.



Los tiempos cambian y luchar contra la dinámica que impone la vida actual en las ciudades es imposible y probablemente caer en la discusión de volver a tiempos pasados sea estéril, porque implicaría inclusive renegar del derecho al trabajo y al descanso, como par de logros inmensos de la mujer en los pasados cien años. Pero el que hayamos decidido dejar la cocina (especialmente las mujeres) ha traído dos distorsiones tremendas: Por un lado la educación social de nuestros hijos sale de la casa, y por el otro el grueso de la alimentación del mundo va quedando en manos de corporaciones cuyo fin no es justamente alimentar y sanar.

Cocinar transforma a la naturaleza, y en el camino nos vuelve humanos. Muchas aseveraciones se han hecho para asegurar que somos un animal único, y otras tantas han caído. No somos los únicos que sufrimos, que razonamos, que poseemos lenguaje, que somos capaces de contar, de tener autoconciencia e inclusive no somos los únicos que reímos. Solo una aseveración de diferenciación se ha mantenido intacta: somos el único animal que cocina. De hecho Pollan va mucho más allá y asevera que más que el hecho de cocinar nos haya hecho humanos podemos decir que cocinar es parte de la naturaleza humana.

Una de las características de la vida moderna, de eso que llamamos progreso, es la especialización. Llamamos libertad al hecho de dejar la producción de las cosas en otros que las saben hacer mejor, y el ocio solo es posible desde el consumo. Hay una forma de pelear contra esta racionalización absoluta de la vida y es cocinando en casa. Ir estirando esos 27 minutos hasta convertirlos en 28 y luego en 29. Retomar el poder sobre lo que somos, queremos ser y, sobre todo, nos merecemos.

Una linda manera es retomando el placer. Tanto el placer de cocinar, como el de estar con nuestros hijos. Veamos un libro de cocina o un programa de TV y planifiquemos practicar el fin de semana lo que supimos hacer como humanidad y un día dejamos en manos de otros. Decidamos que es lo que nuestro cuerpo pide ya que todos sabemos que es sano y que no. Inventemos un día sagrado a la semana para cenar con nuestros hijos. No luchemos a muerte contra lo que somos hoy en día como sociedad… tampoco nos entreguemos. Fuimos libres entre fogones y cacerolas, nada nos impide serlo de nuevo.




12 comentarios:

  1. Hola Norma, es increíble que no cocinemos...es tan gratificante servir una fuente a la mesa( aunque sea unos fideos con manteca y queso) y que te digan "esta muy rico".
    La cocina lleva tiempo y es cierto que no tenemos el mismo tiempo que nuestras abuelas, pero si tenemos mas tecnología que nos ayuda...electrodomésticos que en 2 minutos te trituran, baten, rayan...
    Yo creo que de a poco se va a volver a lo natural, a lo casero.
    Un abrazo Norma, frío por Mardel?

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  2. La verdad que los momentos que paso en la cocina son cortos, aunque me gustaría que fuera distinto, porque cocinar me relaja mucho, eso sin mencionar la satisfacción de hacer algo para tus seres queridos.

    Besos.

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  3. Cocinar es uno de los grandes placeres de la vida...
    Así me lo transmitieron mis padres, así lo intento transmitir a mis hijos...
    No me extraña que tiren bombas atómicas, si solo se alimentan de pizzas congeladas....
    ;-)

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  4. A mí es que la cocina no me gusta demasiado pero como me da mucho "asco" comer fuera de casa, pues sí que apuesto por algo más natural.
    Un besote de Lamiradadeluci

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  5. Y viene del cambio en la vida diaria, difícilmente la mujer se pueda quedar en la casa como el ama de casa de toda la vida, puedan coincidir los chicos y los padres para almorzar, hacer sobremesa; la vorágine del trabajo y la casi obligación de tener todas las horas del dia ocupadas, está produciendo estos desencuentros.
    Besito!

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  6. Norma definitivo tenemos que recordar culturas tan fuertes como la japonesa en que el matriarcado inicia en la cocina y claro es una cultura que conserva sus raíces.

    Saludos,

    Ale
    Costa Rica

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  7. Seguramente cada vez queda menos gente en el mundo que sepa cómo se hace la mayonesa, entre otras cosas.

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  8. Hola corazón!... con esto de las comidas rápidas que si bien para algunos, para otros no es bueno, no son muy saludables, gracias a esto hay mucha obesidad, y por otro lado vamos perdiendo el arte de comer juntos en familia!....

    Yo por el momento y gracias a Dios comemos en familia todo hecho en casa,...aunque no me gusta la cocina pero hago la fuerza y allí voy a empujones...a quemones de
    aceite pero allí vam.....
    Y que lindo es compartir y comer en familia!! gracias a Dios por eso!!!
    besotes y abrazos bonita!!!

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  9. crecí entre mujeres muy mayores que yo que siempre se apropiaron de la cocina y por eso siempre me fue ajena. eso sí, siempre fui un buen comensal ya que ellas cocinaban muy bien.
    saludos.

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  10. ¡Hola Norma!
    Gracias por traernos esta interesantísima información.
    No pierdo la esperanza...el programa más visto últimamente en TV, en España, ha sido un reality-concurso de cocina...Masterchef.
    Compruebo que cada vez hay más gente joven interesada en el tema de la nutrición y con las cocinas de otros países, culturas o alternativas cómo el vegetarianismo o el veganismo.
    Asi que he llegado a la conclusión, quizás utopica, de que no todo está perdido.
    Besotes y feliz semana♥

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  11. Muchas gracias Norma por tu visita, me alegro de que lo hicieras ya que así te empiezo a conocer, por lo que he ido leyendo en este blog y en el otro gastronómico, tenemos una forma de pensar muy parecida, defendiendo no solo el consumo responsable y alimentos sanos, si no, el placer de cocinar para los nuestros, tradicional y en familia. gracias. un abrazo.

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Gracias por pasar por mi espacio el cual está hecho pensando en vos

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