Mientras algunos son recibidos con entusiasmo, otros generan ladridos, desconfianza o nerviosismo. ¿Por qué ocurre esto?
Desde la etología —la ciencia que estudia el comportamiento animal— explican que los perros no ladran al azar y su conducta está guiada por estímulos visuales, olfativos y emocionales. Perciben el lenguaje corporal, el tono de voz, los gestos e incluso el estado anímico de las personas. Si detectan lo que interpretan como una "energía negativa" o una amenaza potencial, adoptan una actitud defensiva.
Esto es más frecuente en perros que no han sido bien socializados durante sus primeras semanas de vida. Aquellos que no se han acostumbrado a interactuar con distintas personas y entornos suelen ser más reactivos, ya que sienten la necesidad de proteger su espacio y a su familia..
Los expertos recomiendan comenzar la socialización entre las 3 y 14 semanas de edad, aunque también es posible educar a perros adultos. El proceso debe realizarse en ambientes controlados, con estímulos graduales y refuerzos positivos como caricias o premios. Presentar al perro personas con distintas voces, edades, olores, vestimenta o modos de moverse —como bastones, gorros o sillas de ruedas— ayuda a que normalice la diversidad y se relacione de manera segura.
Es fundamental evitar castigos ante reacciones negativas. Si el perro se asusta o se muestra incómodo, lo ideal es retirarlo con calma y reintentar la exposición más adelante.
Cuando llegan visitas pedir a los visitantes que no lo miren fijamente ni lo acaricien al llegar.
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