Pupy, elefanta africana, llegó juntas al antiguo Zoológico de Buenos Aires en mayo de 1993, tras ser rescatada del Parque Nacional Kruger en Sudáfrica, donde había perdido a su madre en una matanza selectiva destinada a controlar la población de elefantes.
Desde hace años, los zoológicos vienen atravesando una crisis de legitimidad que obligó a repensar su existencia. Lo que antes se presentaba como un espacio educativo y de preservación, hoy es cada vez más cuestionado por su lógica de encierro, exhibición y, cuando las condiciones no son las mejores, sufrimiento animal. En ese contexto, nacen los llamados “ecoparques”
El Zoológico de Buenos Aires era una colección zoológica abierta al público situada en la ciudad de Buenos Aires. Se inauguró en el año 1888 y funcionó hasta 2016. Aunque hoy está en proceso de transformarse en un Ecoparque.
Esta es la historia de Pupy
Pupy, elefanta africana, llegó al antiguo Zoológico de Buenos Aires en mayo de 1993, tras ser rescatada del Parque Nacional Kruger en Sudáfrica, donde había perdido a su madre en una matanza selectiva destinada a controlar la población de elefantes
Pupy vivió durante 32 años en el ex Zoológico de Buenos Aires, hoy Ecoparque de la Ciudad.
Durante ese tiempo, estuvo en condiciones de cautiverio, sin la posibilidad de vivir en un entorno natural ni compartir con otros elefantes.
Al cerrar el Zoológico se decidió, en abril de 2025, trasladarla al Santuario de Elefantes de Brasil, ubicado a 4.000km de Bs. As.en Chapada dos Guimarães, estado de Mato Grosso.
Preparativos para su traslado
Allí comenzó una nueva etapa de libertad, rodeada de naturaleza y bajo el cuidado de especialistas.
En el santuario, Pupy conoció a Kenya, otra elefanta africana que también había sido liberada del Ecoparque. con quien comenzó a tejer una amistad silenciosa pero profunda.
Los cuidadores del santuario recuerdan los desayunos compartidos: Pupy, pausada y elegante, levantaba la trompa contemplando su comida, mientras Kenya se acercaba curiosa y, a veces, tímida, probaba algún bocado. Cada gesto, cada movimiento, era un pequeño acto de confianza mutua. “Lo que se siente al verlas juntas es algo especial: un respeto mutuo, una curiosidad tímida y, sobre todo, una amistad que nunca paró de crecer”, relataron los cuidadores.
Los últimos días de Pupy fueron delicados. Pese a la medicación que la mantenía relativamente estable, comenzó a perder el apetito y su salud se debilitó tras expulsar rocas negras que afectaron su organismo.
Los cuidadores contaron que durante la noche del viernes, Pupy colapsó mientras recibía agua, y a su lado estaba Kenya. La elefanta no se alejó; permaneció observando y se acostó a su lado: “Durmieron abrazadas hasta el final”.
Pupy no pasó tanto tiempo en el santuario como se merecía. Ningún elefante lo pasa nunca. Pero hay evidencia de su alegría a nuestro alrededor. Podemos observar el hábitat y ver los árboles que taló y los pozos de barro que cavó con tanto cuidado, y darnos cuenta de que estaba aprovechando al máximo el mundo natural. Nos topamos con los pequeños nidos que hizo en la hierba para dormir y sabemos que por fin encontró un lugar suave donde posarse. Su historia nos cambió a todos para siempre y para bien.
El sentimiento en los animales
Los animales han demostrado tener comportamientos característicos que se asocian a la existencia de sentimientos. Por ejemplo, los perros pueden cambiar su comportamiento e incluso volverse más protectores y cariñosos cuando detectan alguna enfermedad en su compañero humano o cuando presienten situaciones de peligro. Los sentimientos complejos como la alegría, el duelo, tristeza o melancolía también pueden experimentar los animales.
Los sentimientos son observables en diversas especies. Desde mamíferos hasta aves, se ha documentado un rango de emociones. Por ejemplo, el comportamiento de los elefantes, como vemos en el relato anterior, cuando se enfrentan a la muerte de un compañero ha sido objeto de atención. Estos majestuosos animales son conocidos por realizar rituales de duelo, donde se quedan cerca del cuerpo del difunto, tocándolo con sus trompas y mostrando signos de tristeza
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